martes, 10 de mayo de 2011

Tiempo al tiempo.

¿Por qué tienes tanta prisa?

Quien te espera al otro lado no es compañía, es soledad. La soledad puede esperar, ahora toca el vivir. Deja de correr y mira un rato a tu alrededor, mas si lo que quieres es correr no me digas que no te avise cuando lo que veas sea el final. Haces de tu existencia mi propia existencia, pero si te vas entonces yo iré contigo, y yo aun no quiero ir allí. Menos aun contigo.

Tienes tanta prisa que cuando me doy cuenta ya ha pasado mi infancia. ¡Oh! ¡Vuelve, querida infancia! Me has traído a este mundo sin decirme que el comienzo de nuestro viaje sería tan rápido y duro que ahora no se vivir de otra forma. Cada vez pienso más en atrapar el tiempo y apretarlo. Apretarlo para hacerlo mío y que no se escape. ¡Maldito! ¿Por qué huyes? ¡¿No ves que lo que quiero es estar siempre contigo?!

Maldito aquel que inventó el tiempo, pues irremediablemente también creó el fin. Por eso, querido amigo, no quiero que vayas deprisa. Párate en cada segundo. Fíjate en cada momento. Toca cada instante. Pues cuando el fin quiera ser tu compañía estarás rodeado, dejando la soledad para el fin. Los que dicen estar rodeados aun de jóvenes compañías dirán que te fuiste al fin, mas sabes que donde realmente fuiste es a la eternidad. Pertenece a cada instante y deja tu huella de vitalidad marcada. Pues morir es de ignorantes.

¿Por qué tienes tanta prisa, vida mía? Siéntate aquí a mi lado, vamos a mirar nuestra vida…